Una de las principales causas del envejecimiento es la oxidación de los tejidos. Pongamos un ejemplo: cuando una manzana se pela y deja a la intemperie, o a un objeto de hierro expuesto al aire y la humedad se produce una oxidación.
En nuestro organismo se da del mismo modo, los agentes que lo producen son los radicales libres. A su vez también existen compuestos capaces de contrarrestar este efecto: los antioxidantes.
¿Qué son los radicales libres?
Son átomos o moléculas altamente reactivos que provocan cambios celulares sobre todo en las membranas, de modo que se ocasiona la muerte celular. Al producirse la muerte celular, disminuye el número de células que producen energía en nuestro organismo y aumenta la velocidad del envejecimiento o incluso pudiendo llegar a causar enfermedades.
Los factores químicos como: la contaminación en el aire, la polución, humos de los coches, el tabaco (inhalación directa o indirecta), productos químicos de limpieza… o en el ámbito de la nutrición la mayoría de los aditivos químicos en los alimentos: en conservas, embutidos, grasas animales, aceites, mantequillas, bebidas alcohólicas, café, gaseosas, pesticidas en frutas y verduras… son nuestros mayores enemigos que producen día a día una oxidación de nuestros tejidos y nuestro organismo.
¿Cómo contrarrestamos estos efectos?
Mediante antioxidantes. Estos favorecen la regeneración de nuestros tejidos y potencian las defensas tanto de nuestro organismo como de nuestras células. Es de este modo como se consigue retrasar los signos del envejecimiento y favorecer a que la piel se encuentre más joven y vital.
Los antioxidantes más conocidos son la Vitamina A, C y E, y los podemos encontrar en frutas y vegetales.