Nos remontamos a prácticas a 3.000 años antes de Cristo cuando hablamos del origen de la medicina/cirugía estética, cuando en el antiguo Egipto se realizaban las primeras reconstrucciones faciales por heridas de guerra y otros traumatismos, y los mismos egipcios se lavaban con leche de burra para hidratar y mantener una piel bonita y tersa.
Las investigaciones han puesto de relieve la riqueza y la importancia de la cosmética en el antiguo Egipto (4000 a.C.) donde tanto hombres como mujeres emplearon productos cosméticos. Los egipcios utilizaban colores fuertes y brillantes para resaltar los ojos, además, teñían sus labios con ocre rojo y óxido de hierro natural. Para crear los colores usaban diferentes elementos naturales, como el antimonio rojo para los labios, mientras que obtenían tonos turquesas o azules mediante la pulverización de piedras y minerales, que colocaban sobre los párpados.
El refinamiento de los cuidados estéticos era enorme. Fórmulas secretas embellecían a las reinas de Egipto que, con mucha rapidez, eran imitadas por sus cortesanas. Los peinados, las pelucas, los baños de leche, las estilizadas siluetas, todo formaba parte de una cultura en la que lo espiritual, el arte, la religión y la ciencia tenían una importancia fundamental.
Aunque cada vez es menos usual, sigue siendo un tema tabú en pleno siglo XXI. La medicina-estética se vincula de manera muy estrecha a una mejora de la calidad de vida porque repercute directamente con nuestro estado de ánimo.
El bienestar viene tanto por dentro, como por fuera, es muy importante sentirse bien con uno mismo y verse bien; y por supuesto, no es solo cosa de mujeres, sino también los hombres empiezan a cuidarse.